Con el catalejo apoyado en mi ojo sin parche oteo el horizonte desde la peque?a isla en que me encuentro, distingo la silueta lejana de un velero conocido, y en la cofa del mayor al grumete Manchurri, con las banderas de se?ales lanzando desesperadas preguntas. Termino de vaciar la botella de ron que tengo en mis manos y meto dentro este mensaje, esperando que las mareas lo lleven a su destino. Tranquilo grumete, el viejo contramaestre est? ferpectamente, y t? est?s manej?ndote bien con el velero. Nos vemos.